No es difícil notar que en los últimos años la transparencia es una tarea pendiente a todos los niveles y en diversas regiones del mundo, especialmente en lo relativo a la forma de hacer gobierno (gobernar).
En mi opinión, la transparencia es un requisito para generar confianza y es la base para que se dé una participación ciudadana activa que permita a los gobiernos actuar con coherencia. Cuando pienso en transparencia y participación ciudadana, vienen a mi mente términos como corresponsabilidad y colaboración, que se mencionan con mucha frecuencia y pero que, en la práctica, resultan muy difícil de hacer realidad más allá de informar a los ciudadanos de las acciones de una administración gubernamental.
En la última década, la revolución tecnológica ha impactado muchos aspectos de la vida humana. Este impacto va desde las comunicaciones hasta el entretenimiento y los gobiernos no están exentos de ello. Es por ello que las expectativas y exigencias de los ciudadanos hacia ellos son aún más altas. He observado que las poblaciones jóvenes demandan de los gobiernos la misma agilidad e instantaneidad que brindan los dispositivos tecnológicos y una rápida y eficiente solución a sus problemas. En este sentido, el reto de las instituciones gubernamentales es titánico: lograr la participación ciudadana, así como un control social de recursos y resultados.
Una aproximación inicial a este gigantesco reto seria a través del ámbito local o comunitario(municipal). Es por ello que desde hace algún tiempo el Instituto Republicano Internacional (IRI) ha trabajado con gobiernos locales y la sociedad civil para crear ecosistemas y abrir espacios donde la colaboración y co-creación puedan fluir libremente. Una de estas actividades es nuestra reciente Comunathon, cuyaetimología se compone de dos palabras Comuna, y Thon, las cuales utilizan la última sílaba de la palabra de origen griego Marathón, una práctica común de resistencia deportiva. Este 12 y 13 de mayo realizamos esta actividad, la cual fue organizada en conjunto con la municipalidad de Salcajá, Guatemala. Aquí se presentaron diversos retos a resolver con un marco de tiempo predefinido. Los 24 jóvenes participantes, que oscilaban entre los 15 y 25 años, trabajaron divididos en tres grupos hasta bien entrada la noche buscando soluciones a problemas locales y utilizando tecnología de bajo coste.
A diferencia de un Hackathon, que tiene similares objetivos y metodología, los participantes no son expertos en programación y ciencias computacionales, sino más bien son ciudadanos interesados en su comunidad y en la tecnología organizada y liderada por activistas digitales. Estos activistas previamente capacitados y entrenados, incluyen funcionarios públicos y voluntarios de la misma comunidad. Las tres soluciones que más llamaron la atención en la Comunathon fueron: una relacionada con educación y arte usando internet, otra de fomento económico a través de un aplicativo para celular, y localización GPS, y la tercera y ganadora que fue un prototipo de un semáforo peatonal. Esta iniciativa usa una pantalla tipo LED y además de indicar los derechos de vía, brindar mensajes de tránsito y de educación vial, dicha iniciativa se enmarca en una campaña en redes sociales para mejorar la movilidad urbana.
En un primer lugar, el equipo ganó un pequeño fondo semilla para afinar su prototipo. A continuación, los jóvenes liderarán una ronda de presentaciones primeramente en su comunidad con el fin de afianzar el apoyo que la administración municipal ya demostró hacia a la iniciativa. Posteriormente, a mediados de junio, dicha presentación se realizará con los diversos socios del IRI, fuera de Salcajá, entre los que se incluyen académicos, expertos en emprendimiento, funcionarios de gobiernos locales, y organizaciones con experiencia en implementaciones de tecnología para fomentar ciudadanía. El objetivo último de esta presentación será es fortalecer la idea de retroalimentación para que pueda aportar valor al proyecto del equipo.
Creo que, como equipo realizando este tipo de actividad, hemos evidenciado que el experto en temas, con aplicación tecnológica o no, es el mismo ciudadano. Con una metodología adecuada y estructurada, éste puede aportar soluciones a su comuna, ya sea ésta una zona urbana, rural, o mixta. También hemos notado que no es suficiente sólo generar ideas, también es necesario contar con una administración gubernamental abierta dispuesta a escuchar, a rendir cuentas, tener planes claros y hacer llegar información certera a la ciudadanía.
Nos ha sido evidente que este tipo de actividades, nacidas en los principales centros académicos, ya no son una exclusividad de escuelas, centros de prestigio, o de áreas urbanas. Estas actividades pueden utilizarse efectivamente como ventanas de participación en áreas más pequeñas, siempre y cuando los ciudadanos y las instituciones locales estén abiertas a reconocer y eventualmente a utilizar la inteligencia colectiva. En el IRI, este trabajo lo hemos realizado desde hace algunos años bajo el nombre de Smart Governance o Gestión Inteligente.
Es aventurado pronosticar que cambios generará la tecnología en la forma y el fondo de la participación ciudadana en particular y en la democracia y gobernabilidad en general. Lo que sí es certero es que el debate de soluciones alternativas que brinda el uso de tecnología llegó para quedarse.
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