Muchas veces, la frase más poderosa en la labor del IRI es simplemente: “Podemos hacer eso.”
Recientemente me reuní con unos alcaldes de comunidades hondureñas donde el IRI ha estado trabajando para fomentar la Seguridad Ciudadana. La criminalidad violenta, particularmente la violencia pandillera, es una de las mayores amenazas para el futuro del país. Es un problema que desalienta la inversión y el crecimiento económico, conduce a la desesperación y desde luego es un factor en los viajes rumbo al norte de tantos jóvenes no acompañados viajando a los Estados Unidos, los cuales atrajeron la atención del mundo hace varios años.
Invitado por el gobierno hondureño, y con el generoso apoyo del gobierno canadiense, el IRI viene ayudando a fortalecer varias Comisiones Municipales de Seguridad. Estas comisiones son conformadas por representantes de todos los sectores de una comunidad – agentes del orden público, el sector privado, las escuelas y hasta grupos religiosos. Trabajan para prevenir la criminalidad, no solo para castigar a los criminales, y para restaurar la confianza en la policía a través de la involucración de los ciudadanos en el desarrollo y la implementación de estrategias.
Una de las grandes innovaciones del IRI en la línea de trabajo de Seguridad Ciudadana es el ayudar a los miembros de las comisiones a visualizar la diferencia que pueden lograr las comisiones inclusivas. El IRI recientemente acompañó a 87 miembros de estas comisiones a visitar comunidades claves en Colombia, Argentina, y México para aprender de líderes comunitarios que han tenido éxito en confrontar los retos de la criminalidad pandillera.
Escuche a varios hondureños decir que inicialmente temían viajar a Medellín Colombia. Supongo, que tal como la mayoría de los norteamericanos, al oír “Medellín” se les llenaba la cabeza con imágenes de ilegalidad, narcotráfico y homicidios violentos. “Pensábamos que era la ciudad más violenta del mundo y un lugar oscuro y teníamos miedo de ir ahí,” me dijo un alcalde. “Sin embargo pronto nos dimos cuenta que podíamos caminar por las calles.” Ellos encontraron en la segunda ciudad más grande de Colombia una comunidad de primera categoría y mejorando aún más — un lugar ahora famoso por su belleza arquitectónica y sus logros en “gestión inteligente” (Gobernanza efectiva apoyada por tecnología).
Algunos de los pasos que los líderes colombianos habían tomado para transformar a Medellín se iban más allá de la capacidad financiera de las pequeñas y pobres, por comparación, comunidades en Honduras, pero muchos de los pasos — de hecho muchos de los más importantes pasos — costaron muy poquito. Los hondureños trataron el tema de la importancia de escuchar a todas las voces de una comunidad — especialmente las de aquellos que por mucho tiempo han sido marginalizados. Escucharon sobre la “recuperación” de espacios públicos — creando lugares bien protegidos que las familias pueden visitar para realizar actividades recreacionales, educacionales y culturales y que fomentan una “cultura de vida.” Escucharon sobre cómo involucrar a todos los sectores en la vigilancia de los vecindarios para que todos tomen “posesión” de la seguridad. Escucharon sobre la necesidad de enfrentar el tema de violencia doméstica/intrafamiliar para que no se convierta en algo “normal” y sobre la violencia contra comunidades marginalizadas para que no se convierta en algo “naturalizado” dentro de la comunidad (en las palabras de un hondureño que habló conmigo). Escucharon sobre la necesidad de reforzar el orgullo comunitario para que todos se sientan qué son parte de algo que merece ser protegido. Escucharon una y otra vez sobre la necesidad de mantener un diálogo continuo entre la policía y los grupos comunitarios para que la confianza y la conciencia se conviertan en valores fundamentales.
Otro miembro de una comisión dijo, “Todos podemos hacer cosas pequeñas que con pocos fondos podría hacer una gran diferencia. Tenemos que aprender a planificar para el corto mediano y largo plazo. Tenemos que aprovechar los espacios públicos para crear espacios seguros donde la ciudadanía pueda compartir y estar con sus familias. No sólo en las cantinas.” Continuó:
“Medellín tiene una chispa y una confianza en sí misma. Necesitamos permitir que nuestra cultura prospere; por eso es que importa la seguridad. Aquí en Honduras muchas veces le tememos a las autoridades, pero necesitamos volver a ganarle la confianza a las autoridades para que no sigan siendo el enemigo.”
Hubiera sido más fácil para el IRI haberle llegado a estos líderes comunitarios hondureños con libros, textos y presentaciones, pero hubiéramos perdido el valor de “podemos hacer eso!”. Un espíritu poderoso que asegura retos – pero también soluciones.
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