Pareciera que para el año 2016 hay una palabra que se repitió constantemente en los medios alrededor del mundo: Corrupción. Es que en diversas sociedades se ha pasado más allá de la indignación al hartazgo y rabia ante los escandalosos casos de corrupción; aparentemente el rechazo de las sociedades es unánime a la normalización de este fenómeno.
Por otro lado, es evidente la altísima prioridad que las personas le dan al uso de todo tipo de artilugios tecnológicos, para los usos y aplicaciones de lo más diversas. En casi todas las sociedades del mundo, la imparable penetración del internet es un vector de cambio de nuestros tiempos.
Del como pasar de la indignación a la acción, reflexionábamos, en ocasión de una presentación, en París, Francia en el marco de la cumbre mundial de gobierno abierto. Nos preguntamos interpolando corrupción y tecnología: ¿Puede la tecnología ayudar a combatir la corrupción? Respondemos que sí, pero hay que tomar en cuenta otras cosas, como el contexto global y el local, y las experiencias y buenas prácticas de varias regiones del mundo. Sí, pero hay que tener más servicios públicos digitalizados y deben existir datos. Sí, pero hay que recordar que la tecnología no siempre democratiza el acceso, y que puede tener consecuencias inesperadas; el analfabetismo ahora en su forma digital incrementa a medida que hay nuevas tecnologías. Sí, pero sigue existiendo censura en diversas sociedades, con gobiernos opresores usando la misma tecnología para callar las voces críticas e independientes. Mucho de lo relacionado a tecnología tiene que ver con datos, y ciertamente, los datos abiertos son un recurso vital para fomentar la transparencia, la rendición de cuentas y la integridad. Pero los datos por si mismos no solucionan nada. La tecnología por si misma tampoco.
A lo largo de la práctica en la implementación de nuestros programas en gobiernos locales, y con sociedad civil organizada hemos aprendido, que datos y tecnología si se pueden utilizar para combatir la corrupción, y de formas muy innovadoras, a veces novedosas, y hasta inesperadas. Pero siempre es necesario capacitar a los ciudadanos – organizados como sociedad civil o no – al sector privado, y sobre todo a los gobiernos en todos sus niveles, y trabajar juntos utilizando todas las herramientas disponibles, incluyendo las tecnológicas, buscando exponer los casos de corrupción, pero sobre todo buscando prevenirlos.
La prevención de la corrupción no es fácil. No lo hace una sola aplicación de software, o un dispositivo, tampoco lo logra un solo sector de la sociedad, ni una sola administración gubernamental. Es allí donde el aporte de los compromisos que formalmente se adquieren en la alianza de gobierno abierto y que se discutieron en París son importantes. Esto porque los planes nacionales de alguna manera formalizan por medio de compromisos tangibles, Planes de Acción Nacionales, en los que la mayoría de los países representados tendrán inmediatamente plazos y mecanismos formales de rendición de cuentas, planes que incluyen demandas e involucramiento de la sociedad civil. Además, de la aplicación de estos compromisos pueden beneficiarse del aprendizaje entre pares y el apoyo técnico que la Alianza para la Gobierno Abierto, y en particular del Grupo de Trabajo Anticorrupción de esta alianza.
Aquí se suma el apoyo de la tecnología, dirigido a facilitar los procesos y compromisos que se llevan a cabo a través de conversaciones y mucho trabajo. Es importante poner a discusión que utilizar herramientas tecnológicas para desarrollar la confianza institucional es posible, difícil pero alcanzable, y que como consecuencia la tecnología nos provee una manera más, eficaz y eficiente, al ser correctamente utilizada para prevenir la corrupción.
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